¿Y si esta vez soy yo quien escribe su historia? ¿Y si esta vez sólo dejo llevar mi imaginación?, Pero las historias por sí mismas sin interés, son vacías. ¿Las vidas son vacías? me he preguntado muchas veces. No lo son. O tal vez si.
¿Tiene razón de ser pensar siquiera en la tristeza?
¿Y si dejo de lado todo en este mundo y me concentro solamente en lo bueno?, ¿si dejo de querer para simplemente empezar a amar?. Porque la diferencia esta a mi alcance, al alcance de todos. Siempre pensando en que sufrimos por amor, justificando nuestro dolor en los sentimientos.
Pero hoy, pienso que no es así, que no se sufre por amor. Sino que cuando sufrimos es porque simplemente queremos, más no amamos. Y querer es un sentido de posesión, pues esperamos que aquello sea “nuestro” y deseamos que reaccione como algo que nos pertenece, que muestre casi agradecimiento a nuestro querer, queriéndonos también. Queremos que muestre los mismos sentimientos por nosotros. Pero... y si simplemente empezamos a amar, olvidamos los problemas que el querer conlleva, y sólo nos dedicamos a amar. La diferencia estará en la felicidad que nos brindará la existencia de aquella persona, en lo maravilloso que nuestros días se vuelvan con el sólo hecho de saber que la otra persona está a gusto, que está bien. Y mejor aún, si nos habla, nos regala una sonrisa, una frase. Más aún.
Parece una utopía, y me trae recuerdos de libros y películas románticas con las típicas frases de todo lo que deseo es que sea feliz, no importa si su felicidad no significa estar conmigo. Vaya que muchas veces he querido pensar, vaya que en tantas ocasiones he deseado ser feliz porque seas feliz simplemente, pero es difícil. Aunque es mejor pensar que eres feliz.
Es mejor mantener el bello recuerdo de lo que hay, aún si lo que hay no es lo que quisiéramos que fuera. Porque arruinar las relaciones fraternales intentando que vayan más allá, por el riesgo a caso de tal vez ganar más, pero ¿por cuanto tiempo? y si lo balanza sólo representa riesgos. Riesgos que tal vez sería mejor no correr.
En mi camino por la vida, he perdido contacto con muchas personas de gran valía, sólo por intentos de invlucrarnos. No hubiera sido mejor perdurar en el recuerdo la dulzura de lo bien que nos llevábamos que inundar con amargura nuestras vidas, y mermar cualquier posible contacto de futuro sólo porque alguna vez nos dijimos que no nos queríamos como antes. Hasta pareciera que no tenemos madurez suficiente para regresar a lo que éramos antes.
Aunque me digo una y otra vez que en la vida real no pasa como en los cuentos cuándo alguien se va y el otro llega en el último momento a declararle su amor eterno e incodincional pidiéndole que no se vaya y que hagan una vida juntos y que sean felices para siempre. Aunque sé que no es así, le echo la culpa a la fantasía que me hizo creer que eso era posible, que me hizo pensar en la esperanza. Rechazo la idea, y no quiero esperar ningún mensaje, ninguna señal. Continuar mi vida. Luego, me sorprendo revisando mi celular en busca de un mensaje, ¿porque es que no puedo simplemente continuar mi vida? Porque me la vivo pensando que aunque no estoy esperando nada, pasará inesperadamente y seré feliz porque así suceda. Estoy en un lugar y volteo esperando que aparezcas. Nada. Estoy solo y reviso mi teléfono. Nada.
Tanto pensar en que la esperanza es un fruto creado por los cuentos de hadas, por las películas románticas donde todo final es feliz. Lleva a concluir que eso no es lo mejor y que así no debería ser. A creer que es mejor no esperar nada de la vida, luego a engañarme pensando que creo de tal forma y sorprenderme esperando lo contrario.
Siempre me sorprendo esperando lo contrario. Por eso hoy sólo reflexiono por un momento, en mi mundo utópico mental: ¿Que tal si dejo de querer para simplemente empezar a amar?
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